Un viaje de sueño, viajar al fin del mundo. Si allí donde se siente el frío hiriente en el invierno, donde soplan los vientos gélidos y la vida se hace difícil. Y allí te enterás, por que no lo sabías que los indígenas de esa región, ya extintos, vivían casi toda su vida en canoas con un pequeño fuego prendido dentro de ellas, semi desnudos pescando su alimento. Imposible imaginar sus vidas, ni sus penurias y sacrificios. Luego el penal del fin del mundo, sus presos, sus vidas, las diferentes leyendas sobre cada uno de ellos. Sus trabajos, la construcción de la ciudad, el tren del penal en el que viajaban diariamente los presos para recoger leña. Todo es de no creer.
La vida silvestre, que surge por doquier en el aire y en el agua. Recorrer el Canal de Beagle, allí donde la patria se hunde en el Océano, y todo se siente más argentino. Donde la bandera celeste y blanca se rasga de tanto ser agitada por los poderosos vientos. Una ciudad prolija, pujante, bella y colorida, con historia y futuro. No se puede olvidar, uno se enamora de ella.