Tempranito en la mañana, justo al amanecer, una pequeña parada cerca de Vivoratá. Seguir viaje hacia Mar Chiquita cuando ya el sol entibiaba los pastos y un desayuno se hacía absolutamente necesario.
Recorrer Mar Chiquita, sus calles, su costanera, su vida tranquila, también los médanos cercanos y la costa marina, los intermedanales y esos bosques de pinos. Visitar Nahuel Rucá, su laguna, caminar tranquila por sus orillas admirando el ondular de sus juncos. Y en la boca de la albúfera, cantidad de pescadores enamorados de su hoby, resistiendo heroicamente al viento, con la eterna y única ilusión de conseguir la mejor pesca.
Siempre en el camino nos saludaban las lechucitas, que cuidaban atentamente su nueva familia.