Senderos interiores de un museo, caminos hacia la belleza, la novedad, lo antiguo, lo moderno; senderos hacia la sorpresa, lo simple, lo grandioso, el arte creado por culturas de América y de Europa.
Senderos que son arte en sí mismos, en sus curvas inesperadas, en sus paredes de desnuda belleza, en sus ascensos y descensos amplios y prolongados, en sus puentes hacia la nada y el todo... y la luz, magnífica y etérea, envolviéndonos y creando el clima ideal para deslizarnos suavemente de una creación a otra.
Así disfruté yo del Museo Soumaya, de la ciudad de México; me sentí viajar, como en una nube, a través del arte.